El proyecto SEA2LAND, liderado por el centro tecnológico vasco Neiker, transforma subproductos de la pesca y la acuicultura en fertilizantes de base biológica, reduciendo la dependencia de insumos minerales importados y aportando nutrientes claves para el agro.
12-dic-2025
Fuente y Fotografía: Diario Frutícola
La agricultura europea está descubriendo un nuevo "mineral" estratégico… y viene del mar. El centro tecnológico vasco Neiker coordina el proyecto europeo SEA2LAND, cuyo objetivo es transformar millones de toneladas de subproductos de la pesca y la acuicultura en biofertilizantes capaces de sustituir, total o parcialmente, a los fertilizantes minerales tradicionales.
Para el sector agrícola, esto no es solo una curiosidad tecnológica: es una posible vía de escape frente a la dependencia de fertilizantes importados -en gran parte desde Rusia y Marruecos-, que encarecen los costos, aumentan la vulnerabilidad ante crisis geopolíticas y mantienen a los agricultores atados a insumos con gran huella ambiental.
En la Unión Europea se generan cada año unos 5,2 millones de toneladas de residuos de la industria pesquera y acuícola: cabezas, espinas, vísceras, salmueras, recortes y otras fracciones que, con frecuencia, acaban en vertedero o se devuelven al mar sin ningún aprovechamiento. SEA2LAND propone convertir esa carga ambiental en una fuente de nutrientes para los cultivos, recuperando elementos esenciales como nitrógeno, fósforo y potasio.
De acuerdo con Neiker, si este tipo de tecnologías se despliega a escala europea podría recuperarse hasta 1,8 millones de toneladas de nitrógeno al año para uso agrícola, reduciendo de forma significativa la necesidad de fertilizantes sintéticos y la exposición del sector agrario a los vaivenes del mercado internacional.
El proyecto SEA2LAND, financiado por el programa Horizon 2020 de la Unión Europea con un presupuesto total de 8,8 millones de euros, reúne a 26 socios de 11 países y trabaja sobre distintas corrientes de residuos marinos para obtener fertilizantes de base biológica (BBF).
En Euskadi, Neiker se ha centrado en un residuo especialmente complejo: las salmueras de las conserveras de atún, con una elevada concentración de sal. Para transformarlas en insumo agrícola, el centro aplica procesos de biorremediación con microalgas, que capturan los nutrientes presentes en el agua y los convierten en biomasa rica en compuestos aprovechables por los cultivos.
En paralelo, el consorcio ha desarrollado y probado otras tecnologías, desde métodos de bajo costo y consumo energético -como el compostaje avanzado o el bokashi- hasta procesos más sofisticados, como la hidrólisis enzimática de subproductos pesqueros o la producción de biofertilizantes líquidos a partir de aguas residuales cargadas de nutrientes.
Todos estos procesos tienen un hilo conductor muy claro: devolver al suelo agrícola nutrientes que hoy se pierden en los flujos de residuos, encajando de lleno en los principios de la economía circular.
Desde la óptica del productor, el valor de estos biofertilizantes no está solo en "reciclar" residuos, sino en mejorar la competitividad del campo. La Dra. Miriam Pinto, investigadora del Departamento de Conservación de Recursos Naturales de Neiker, subraya que estos subproductos marinos concentran nutrientes valiosos -con un fósforo llamado a convertirse en elemento crítico para la agricultura- y que su buena valorización ayuda al mismo tiempo a mitigar impactos ambientales y a reducir la dependencia de insumos externos.
En ensayos realizados por Neiker con fertilizantes biológicos y bioestimulantes derivados de residuos pesqueros, se logró reducir hasta un 30 % la dosis de nitrógeno mineral sin afectar los rendimientos del cultivo, una señal clara de que estos productos pueden complementar -e incluso sustituir en parte- a los fertilizantes convencionales. Esta información procede de otro artículo del mismo medio, donde se detallan los resultados de campo.
Las ventajas para el sector agrícola se pueden resumir en varios frentes claves:
Primero, estabilidad y control de costos. Al disponer de una fuente local de nutrientes, los agricultores reducen su exposición a la volatilidad de precios de los fertilizantes minerales importados, especialmente en contextos de tensión geopolítica como los vividos en los últimos años.Residuos Profesional+1
Segundo, salud del suelo. Los biofertilizantes de origen marino aportan materia orgánica y compuestos que mejoran la estructura física del suelo, favorecen la actividad biológica y contribuyen a una fertilidad más resiliente a largo plazo, algo que ya se ha observado en los ensayos de campo con cultivos como el brócoli en las instalaciones de Neiker en Derio (Bizkaia).
Tercero, cumplimiento de las exigencias ambientales. Europa avanza hacia políticas agrícolas cada vez más estrictas en materia de emisiones, calidad del agua y uso eficiente de nutrientes. El uso de fertilizantes de base biológica derivados de residuos pesqueros se alinea con estas metas y puede convertirse en una herramienta para que los agricultores cumplan objetivos de sostenibilidad sin renunciar a la productividad.
Cuarto, imagen y valor de mercado. A medida que cadenas de supermercados, exportadores y consumidores finales valoran más la huella ambiental de los alimentos, poder acreditar que parte de la fertilización procede de fuentes circulares y de bajo impacto puede ser un atributo diferenciador para frutas, hortalizas y otros productos agrícolas europeos.
Para verificar que estos biofertilizantes funcionan más allá del laboratorio, Neiker ha realizado pruebas en campo con cultivos hortícolas como el brócoli. Los estudios analizan no solo el rendimiento del cultivo, sino también parámetros de fertilidad y salud del suelo, como la disponibilidad de nutrientes, la actividad microbiana y la evolución de la materia orgánica.
Los resultados apuntan a que, bien formulados y combinados con manejos agronómicos adecuados, los productos derivados de residuos pesqueros pueden mantener los rendimientos y, al mismo tiempo, reducir las dosis de fertilizantes minerales. Para el agricultor, esto significa menos dependencia de la urea, los fosfatos o los potásicos importados, y más margen para adaptarse a los escenarios de precios y normativas que vienen.
Aunque SEA2LAND está pensado para la realidad europea, su lógica encaja con cualquier territorio que combine una poderosa industria pesquera con un sector agrícola exigente en nutrientes. En puertos donde hoy los subproductos del pescado son un problema de gestión, podría estar la base de la fertilización de cultivos locales, reduciendo costos y cerrando ciclos de nutrientes.
La experiencia que hoy lidera Neiker muestra que, con la tecnología adecuada y apoyo de políticas públicas, el sector agrícola puede pasar de ser un mero consumidor de fertilizantes importados a convertirse en el destino natural de nutrientes recuperados localmente. En ese tránsito, los residuos pesqueros dejan de ser un pasivo ambiental para transformarse en un aliado estratégico de la agricultura sostenible.