El biólogo marino Rodrigo Fuentes desarrolló un biofertilizante en base a esta planta acuática junto al helecho de agua. Azolem se produce con la colaboración de 18 personas de las comunas de Los Ángeles, Santa Bárbara, Quilleco, Quilaco y Alto Biobío, en la Región del Biobío, que cultivan estas plantas en diferentes tipos de recipientes o piscinas. Así, las comunidades obtienen alimento para el ganado, fertilizante para sus cultivos y beneficios económicos por ventas de sus productos agrícolas.
24-ene-2025
Fuente y Fotografía: País Circular
El biólogo marino chileno Rodrigo Fuentes estaba de vacaciones en México cuando un amigo de Michoacán lo llamó para pedirle un favor muy especial, porque tenía un problema: las piscinas de acumulación de agua para cultivar arándanos, moras y frambuesas estaban repletas de una planta acuática conocida como lenteja de agua.
Ese amigo le pidió si podía sacar la planta para poder cultivar normalmente. "Las empecé a sacar mecánicamente y me demoré 4 días en sacar la mitad. En 4 días más, la piscina estaba llena de esta planta. Mi trabajo no valió nada. Me impresionó cómo crecía tan rápido", revela Fuentes, quien vislumbró en esta planta -que en realidad es una clase de alga, rica en proteínas y aminoácidos- una solución para temas agrícolas.
Fuentes llegó a la conclusión de que la lenteja de agua (su nombre científico es lemma minor) crecía el doble cada tres días. "Le hice unos análisis y dije que la íbamos a transformar en un bioestimulante", agrega el biólogo marino, quien empezó a trabajar con distintos agricultores mexicanos. Les pedía un sector de algún predio para aplicar el producto y, luego de dos semanas, regresaba para evaluar cómo crecían esos cultivos en comparación con el resto.
"La mía crecía el doble y empecé a vender allá", comenta Fuentes. En un solo mes logró ventas equivalentes a 7,5 millones de pesos. De ahí en más, no había otra alternativa que replicar la idea, pero en Chile, a su regreso.
Estando en Chile, empezó a trabajar con la lenteja de agua chilena, pero le añadió otro componente que finalmente configura la fórmula definitiva del producto Azolem: el helecho de agua, también llamado científicamente "Azolla". De ahí deriva el nombre del producto: es por las tres primeras letras de Azolla y de Lemma, los dos ingredientes esenciales. Así se formó Azolem.
A diferencia de su versión mexicana, la lenteja de agua chilena tiene una capacidad única de sobrevivir a la congelación. "Como vive en el agua, esta planta tiene propiedades que la ayudan a descongelarse durante el día. Se congela en la mañana y después, por la tarde, sigue viviendo", advierte el biólogo marino.
Al tener un alto contenido proteico (40%), la lenteja de agua puede mejorar el crecimiento y la resistencia de los cultivos, aumentando su capacidad para absorber nutrientes y agua, preparándolos para afrontar condiciones adversas, como estrés térmico e hídrico.
Con esas condiciones, Rodrigo Fuentes comenzó a bosquejar el modelo de negocios que dará vida a Azolem, que en el presente enero comenzó su fase de ventas lentamente. Una marcada impronta del emprendimiento lo representa el trabajo en colaboración con 18 personas de las comunas de Los Ángeles, Santa Bárbara, Quilleco, Quilaco y Alto Biobío, en la Región del Biobío. Son estas comunidades quienes en sus propios predios ayudan a cultivar en conjunto la lemma minor (lenteja de agua) y la azolla (helecho de agua). Entre ellas hay familias pehuenches, cuidadores/as de adultos mayores y personas altamente vulnerables que reciben capacitación constante para operar eficientemente sus piscinas o fuentes. Algunas de ellas son un cajón de tomates, y en otros casos un bidón cortado por la mitad.
"Estamos así ayudando a gente de pequeños campos que tienen muy poco desarrollo económico. Esta planta les ayuda a la alimentación de sus animales, pero también les da la posibilidad de sacar un bioestimulante para un mejor vivir y para sus cultivos", narra el fundador de Azolem, para quien una piscina de 10 metros cúbicos de agua es capaz de producir 10 kilos de planta a la semana.
Al margen de ello, el modelo funciona con beneficios económicos para las comunidades, que tienen la posibilidad de vender sus productos. Además, por las ventas del bioestimulante Azolem, cada persona asociada al proyecto recibe el 10% de las ganancias, lo que se traduce en un esquema con claves de comercio justo. "Esta planta va a permitir un desarrollo comunitario", asegura Fuentes, quien proyecta un futuro esplendor para esta iniciativa, ya que reúne todas las propiedades para convertirse en un superalimento para los humanos.
Además de evitar el uso de fertilizantes químicos, pesticidas y herbicidas, Azolem contribuye a la lucha contra el cambio climático, ya que las plantas utilizadas logran secuestrar carbono de la atmósfera en su aplicación. "Un 50% de su materia, peso seco, es lo que se extrajo de CO2 atmosférico", asegura el profesional avecindado en Los Ángeles.
Aunque en esta fase no cuenta con fondos para la salida comercial de Azolem, el emprendimiento ha recibido el apoyo de instituciones como Corfo, que otorgó un fondo Capital Semilla de 15 millones de pesos, que se encuentra en proceso de implementación. Además, Fuentes colabora con la Universidad de Concepción, donde los doctores José Becerra y Claudia Pérez están realizando la validación técnica del producto. También ha recibido apoyo del Centro de Emprendimiento Colbún.
Si bien existe un formato líquido, de 1 litro, que se ofrecerá al retail, también está contemplado vender el producto en polvo para otra clase de locales comerciales.