Por Francisco Javier Garrido. Esta estrategia sólo se consolidará en la medida que su comunicación y educación se hagan parte del tejido social tempranamente.
07-jul-2017
El Global Innovation Index (GII 2017) ha puesto a Chile en un lugar destacado en Latinoamérica, con sus mejores ratios en matrícula de educación terciaria y flujos de inversión extranjera directa.
Las dimensiones que capturan elementos de las 127 economías estudiadas -que representan el 97,6% del PIB mundial- permiten describir y cruzar datos de actividades innovadoras: instituciones, capital humano e investigación, infraestructura, sofisticación del mercado y sofisticación empresarial (se agregan evidencias de innovación real, como producción de conocimiento-tecnología y los productos creativos).
En esta nueva versión el equipo del GII hace un llamado urgente a las naciones para "elaborar las bases de un crecimiento impulsado por la innovación" en el siglo XXI, esto en el contexto de unos escenarios económicos globales que presentan algunas señales mixtas de inflexión con crecimientos en productividad e inversión porfiadamente planos.
Así las cosas, una política de inversión e incentivo en innovación social favorecería un crecimiento de tipo anti-cíclico y funcionaría como "antídoto contra la incertidumbre" (como sugiere el estudio) o a lo menos como una de las variables de dicha ecuación que al despejar sus incógnitas les ofrece mayor confianza en el futuro a los actores.
Porque en escenarios de baja productividad y poca innovación, ¿cual podría ser el panorama de crecimiento que un país requiere para avanzar hacia el desarrollo?, ¿cuál es el ejercicio de pensamiento estratégico que realizan los países centrados en economías de commodities -como es el caso de Chile- para asegurarse un lugar en el mundo del futuro? En algunos casos los encargados de estos temas parecen conformarse con observar y aplaudir a quienes aportan valor, riqueza e innovación para vivir y crecer al ritmo del mundo del mañana (pero observando desde la vitrina).
Si bien es imposible no coincidir en que las inversiones en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) "deben ser intensificadas", como señala el estudio, es para nosotros primordial que la sociedad y los líderes que la conducen comprendan que estos procesos parten necesariamente por la mente de las personas: que la cultura de un país mute de la visión extractiva a la visión de las ideas e invenciones que crean valor y riqueza requiere de un cambio de mentalidad en dos etapas continuas (incremental y disruptiva).
Para comprender estos procesos conviene incluso revisar el fenómeno de la difusión de innovaciones descrito ya en 1962 por Ev Rogers y que resulta explicado en sí mismo por las actuales circunstancias: "Siempre existen dificultades para la adopción de ideas innovadoras, incluso con aquellas que tienen obvias ventajas"; es decir, que no se trata de convocar a un grupo de casi-iluminados para que articulen el "ladrillo de la estrategia de innovación nacional" (no sabemos en qué cajones ha terminado esto), sino de construir una estrategia y un plan de innovación nacional que articule los tiempos de la teoría política con los tiempos de la supervivencia futura de la nación.
Si bien siguiendo a Rogers podremos comprender cómo socializar el ADN de las ideas centrales de una estrategia nacional de innovación de ciclo y contra-ciclo, será agregando un toque de Schumpeter (el "profeta de la innovación") donde podremos entender cómo las nuevas ideas colisionan con las restricciones, los adoptantes de las antiguas ideas y las zonas de confort mentales que de algún modo todos tenemos.
En efecto y como señala Oppenheimer (2017), el estudio se explica en parte cómo es que las naciones de África, Europa del Este y del Sudeste Asiático están avanzando más rápidamente que Latinoamérica en la producción de bienes y servicios que los ayuden no sólo a crecer más y mejor, sino además en indicadores tan claros para la innovación en el mundo desarrollado como la cantidad de patentes para nuevas invenciones registradas en la región, aun cuando habría que descontar el efecto de la necesidad de patentado internacional, en la que Estados Unidos va a la cabeza (y que ha llevado a inventores como Giacaman a vivir fuera de Chile o a López fuera de México).
Si bien es fundamental una estrategia nacional de innovación contra cíclica, la difusión de ella se entenderá y consolidará sólo en la medida en que su comunicación y educación para los miembros del sistema social se haga parte del tejido social desde etapas tempranas, en paralelo con quienes desafían el mundo día a día y de la mano de los líderes sociales que entienden que "el futuro siempre llega", aun para quienes no están preparados. P
*El autor es fellow de la Royal European Academy of Doctors y fundador del Harvard Business School Corporate Level Strategy Group.
Fuente: Pulso