"Entre lo que trajeron los españoles, y las migraciones sucesivas de alemanes, franceses y de italianos, llegaron tantas cepas de vino al Valle del Itata, que hoy no sabemos con seguridad todo lo que pueda haber", dice Juan Ledesma, enólogo de Biobío que comienza este mes un proyecto para hacer un mapa de qué tipos de parras hay en la región.
08-mar-2017
La primera iniciativa en su tipo busca caracterizar los viñedos más antiguos del país.
La idea viene de un descubrimiento casual: Ledesma paseaba por San Rosendo, y encontró a los lugareños elaborando pipeño con la valiosa cepa Malbec. Hoy compra a productores locales la uva que antes iba a parar a las pipas, y los mismos vecinos de esta localidad están embotellando en lugar de vender su producción a granel.
A eso siguió un período en que miró con más atención las viñas donde se suponía que solo había uva país. Encontró Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon y Chardonnay, entre otras.
Este año decidió tomarse la búsqueda en serio, y ejecuta un proyecto por $56 millones que puso la Fundación para la Innovación Agraria, FIA.
La iniciativa quiere hacer un banco genético del Valle del Itata y, al mismo tiempo, rescatar algunas prácticas de viñateros tradicionales, para valorizarlas.
La iniciativa es la primera en su tipo, y según Ledesma, "con la cantidad de cosas que ya hemos encontrado, es bien probable que nos encontremos con alguna cepa que se haya extinto en Europa".
Esto, que podría parecer una referencia casual, es en realidad el objetivo secreto del proyecto: repetir un hallazgo del calibre del Carmenere, cepa que fue terminada en el Viejo Mundo por la plaga de filoxera y que siglo y medio después se encontró por casualidad en Chile.
A priori, Ledesma comenzará por analizar las parras de algunos lugares que ya capturaron su atención, como Portezuelo, Guarilihue (en Ránquil), Yumbel y Laja.
¿Qué tienen en común estas comunas? Pues que fueron las postas más importantes en los antiguos caminos que construyeron los españoles durante la colonia. Yumbel y Laja, por ejemplo, se ubican en las cercanías del antiguo camino real, que comunicaba Concepción con la hacienda de Rere. En este lugar, los viñedos de una misión jesuita abastecían al ejército de la frontera.
"Son hotspots. Allí se dio un intercambio muy intenso de plantas y, también, de prácticas de viticultura", asegura Ledesma.
Se espera que en marzo del próximo año se tomen las primeras muestras de brotes de parra. El ADN que se obtenga se comparará con la base que posee actualmente el INIA, y en caso de que no exista coincidencia, con otras del extranjero.
La iniciativa, por cierto, busca recuperar además las técnicas que se usaron antaño en la zona, pero que no pueden replicar hoy, pues van en contra de cualquier normativa.
"En el siglo XVI los españoles echaban estiércol envuelto en paños a las cubas. Y ojo que ponían cuidado en que fuera un estiércol de calidad, ojalá de caballo", bromea el enólogo, antes de explicar que esta práctica -hoy prohibida- buscaba evitar la acidez del vino con un aporte de nitrógeno.
"Hay otras más amigables con el vino, como el pisoneo manual o la zaranda, o incluso las distintas formas de poda que se fueron desarrollando acá y que, después de 500 años, están completamente adaptadas al entorno", cuenta.
El proyecto dura dos años, pero algunos resultados podrían estar listos en septiembre.
Riqueza
En el valle del Itata se instalaron las primeras viñas del país, durante la colonia.
Fuente: El Mercurio