Tierra fértil para innovar

En las últimas décadas, los cambios en los estilos de vida han motivado la realización de innumerables estudios sobre la relación que existe entre la alimentación y la salud de las personas. Información valiosa, que ha gatillado el interés de los consumidores por alternativas alimentarias que, además de aportar nutrientes, mejoren su calidad de vida y les ayuden a prevenir enfermedades. En este contexto, Chile –por la riqueza y variedad de su materia prima– destaca como uno de los países con mayor potencial para producir alimentos e ingredientes con estos atributos.

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16-sep-2016

Por Paula Reyes

Alimentarse sanamente hace tiempo dejó de ser sólo consumir ensaladas y alimentos bajos en calorías. Año tras año nuevas tendencias en alimentación profundizan la demanda por alimentos más saludables y también para nichos específicos, como lo son vegetarianos, veganos o personas que padecen alergias alimentarias. Ya sea por razones éticas, ideológicas o de salud, lo cierto es que los consumidores están cada vez más atentos a su alimentación, y el "somos lo que comemos" es una idea que comienza a instalarse con fuerza en una población más informada y exigente.

Una larga tradición en producción de alimentos, prologa cualquier presentación de la industria agrícola en Chile: es la segunda más grande en exportaciones, una de las más importantes de Latinoamérica y en términos de valor de la producción está entre los veinte principales países del mundo, según datos de la Asociación de Empresas de Alimentos (Chilealimentos).

Sus barreras geográficas aportan a la protección fito y zoosanitaria, lo que le ha permitido posicionarse como líder en materia de inocuidad. Este sector de la economía, que incluye las industrias de frutas, hortalizas, cereales, frutos secos, oleaginosas, lácteos, carnes y vinos, presenta un crecimiento de mil millones de dólares por año y ha duplicado el valor de sus exportaciones entre 2002 y 2012.

Pese a la solidez económica del mundo del agro en Chile, el progresivo aumento de la demanda por alimentos saludables abre un nuevo nicho de innovación que constituye una gran oportunidad para los productores, y que la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) ha definido como una de sus principales líneas de fomento, en busca de orientar el desarrollo de una industria no sólo de alimentos saludables, sino que además responda a las necesidades de segmentos específicos como deportistas, niños, adultos mayores, personas con alergias e intolerancias alimentarias, entre otros.

A esta coyuntura se suma la oportunidad de mercado que otorgan los 23 acuerdos comerciales que ha suscrito Chile, que permiten ventajas arancelarias y la cooperación en materias científicas y tecnológicas. Es así como en 2014 Chilealimentos estimó que en los próximos 10 años Chile debería registrar ventas totales de alimentos por US$ 60 mil millones, lo que implica que las empresas dupliquen sus exportaciones y expandan sus ventas internas en un 43%. Una meta que impone un potente desafío en el que -según los expertos- la innovación debe jugar un rol clave.


EL siglo de los berries

Los berries son alimentos funcionales que presentan un incremento constante en su consumo y demanda a nivel mundial. Consciente de este fenómeno, Chile ha promovido el aumento en la producción de diversas especies a través de políticas de fomento y generando conocimiento mediante investigaciones. Cifras de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) indican que la superficie de berries a nivel nacional alcanza las 27.000 hectáreas, lo que equivale a un 8% del área frutícola del país.


DEFINIENDO CONCEPTOS

Para entender a cabalidad las posibilidades del mercado, es necesario comprender la distinción entre alimentos funcionales, ingredientes funcionales y aditivos especializados. Según el profesional del INTA Alfonso Valenzuela, un alimento funcional es todo aquel que contiene componentes activos que son beneficiosos para la salud. Por ejemplo, el calafate, berry de la zona austral de Chile que posee una concentración de polifenoles mayor a cualquier otro berry, como el arándano o el maqui. Atributo que ha aprovechado Patagonia SuperFruits, empresa que comercializa calafate en polvo (bajo la marca KON) al que se le ha eliminado el agua gracias a un proceso de liofilización, que permite alargar la duración del fruto sin perder sus propiedades nutricionales.

Los consumidores están cada vez más atentos a su alimentación, y el "somos lo que comemos" es una idea que comienza a instalarse con fuerza en una población más informada y exigente.

Los componentes activos de los distintos productos agrícolas se conocen como ingredientes funcionales, que hoy, gracias a la tecnología, pueden ser incorporados a otros alimentos para otorgarles funcionalidad específica para la salud, agregándole valor a nuestra materia prima. Por su parte, los aditivos especializados son productos como colorantes o espesantes que pueden ser extraídos de materias primas vegetales y constituyen una potente alternativa para reemplazar ingredientes químicos que han sido cuestionados por sus efectos nocivos para la salud.

Consciente del desafío tecnológico y de información que significa introducirse en este mercado, la Unidad de Desarrollo Estratégico de FIA (UDE) determinó como una de sus líneas prioritarias el generar conocimiento que permita a los actores de la industria acceder a información concreta y actualizada respecto a las necesidades y exigencias de estos nuevos mercados.

Así es como nace el estudio "Estrategia para el desarrollo de la industria de Alimentos Funcionales en Chile", investigación liderada por el especialista en micro tecnología de alimentos, Francisco Rossier, ex Director Ejecutivo del Centro de Excelencia Internacional Wageningen UR, en el que se analizan las oportunidades del país como productor de alimentos funcionales y aditivos especializados.


La semántica

  • Alimento funcional: todo aquel que contiene componentes activos que son beneficiosos para la salud.
  • Ingrediente funcional: componente activo de un producto agrícola.
  • Aditivo especializado: producto extraído de materias primas vegetales, que constituye una alternativa para reemplazar ingredientes químicos cuestionados por sus efectos nocivos para la salud.

Según Rossier, Chile tiene grandes posibilidades en este mercado. "Hay cientos de especies y variedades vegetales que no han sido estudiadas y no conocemos su potencial. Pero si nos basamos en lo que sí conocemos, tenemos una tarea grande por delante en cuanto a lograr aprovechar esta riqueza. Ese es el salto que tiene que dar Chile: convertirse en un productor de alimentos 2.0", afirma el director ejecutivo de Wageningen UR.

MIRADA ESTRATÉGICA

Soledad Hidalgo, coordinadora de Programas de Innovación de FIA, coincide con Rossier en el diagnóstico respecto a la coyuntura que vive Chile en materia agroalimentaria: la alta demanda de productos saludables es una oportunidad que el sector no puede dejar pasar. "Entendemos que seguir esta tendencia puede ser muy positivo para los productores agrícolas del país, por eso el objetivo de nuestro trabajo es promover la innovación y agregar valor a la materia prima agroalimentaria", explica la profesional.

"Chile debe posicionarse entre los países líderes tanto en funcionalidad alimentaria como en materia tecnológica, es decir, proveer infraestructura y un entorno tecnológico y empresarial que permita a los productores agregar valor a sus materias primas"

Soledad Hidalgo, profesional FIA

Parte del trabajo estratégico que ha realizado FIA para fomentar la creación de una industria de alimentos saludables en Chile, ha consistido en estudiar las experiencias de países como Japón. En 1987 los alimentos funcionales obtuvieron reconocimiento legal por parte del Ministerio de Salud y Bienestar nipón, hito que dio inicio a una serie de estudios que tuvieron por objetivo determinar qué alimentos podían ser clasificados como funcionales por su impacto positivo en la salud.

En el marco de este proceso, en 1989 se publica el Food for Specified Health Use (FOSHU) o "Alimentos para usos específicos en salud". Este reglamento está aún vigente y ha sido clave en el exitoso posicionamiento de Japón como uno de los países líderes en la producción de alimentos funcionales, con positivos impactos en la prevención de enfermedades crónicas asociadas a la alimentación, como la obesidad y el riesgo cardiovascular.

La especialista de FIA detalla que estos alimentos son distintos a los medicamentos, "por lo que no pueden asegurar la prevención de patologías, pero sí se ha demostrado con estudios clínicos y epidemiológicos su impacto positivo en indicadores de salud. Y nosotros en Chile tenemos un tremendo potencial para responder eficiente y creativamente a la demanda internacional", asegura.

Investigaciones hechas en Chile sobre el mercado de alimentos saludables así lo señalan. De acuerdo a información del estudio "Chile Saludable Volumen 4" de la Fundación Chile, en 2012 las ventas de alimentos en este nicho representaron un 19% del mercado de alimentos del país, lo que equivale a alrededor de US$3 billones, con un crecimiento de 12,5% entre 2007 y 2012.

A nivel mundial, la industria de alimentos saludables está liderada por Asia Pacífico, seguida por Europa. En el viejo continente uno de los casos más exitosos es el de Holanda que, siendo un país pequeño, de superficie limitada para cultivos, con escasa diversidad climática y una población inferior a los 16 millones de habitantes, hoy se ubica como el segundo productor de alimentos del mundo, sólo por debajo de Estados Unidos. ¿Cómo lo logró? Agregándole valor a materias primas importadas desde otros países mediante el procesamiento de sus ingredientes funcionales. De hecho, su industria agroalimentaria es equivalente a toda la industria exportadora chilena, incluyendo la minería.

BRECHAS E INFRAESTRUCTURA

Los expertos chilenos coinciden en que el desarrollo de ingredientes funcionales en nuestro país es aún incipiente. No obstante, según sostiene Soledad Hidalgo, existen las condiciones adecuadas para fomentar esta actividad, con miras a la creación de una industria que sea capaz de posicionarse entre los países líderes a nivel mundial, "tanto en funcionalidad alimentaria como en materia tecnológica es decir, proveer infraestructura, y un entorno tecnológico y empresarial que permita a los productores agregar valor a sus materias primas", señala.

Una de las ventajas más potentes de Chile es su amplia variedad de materias primas de excelente calidad, y los altos rendimientos de una industria agroalimentaria favorecida por la diversidad climática del país. La profesional de FIA explica que dadas estas condiciones, el desafío mayor está en los procesos tecnológicos. No obstante, ya existen empresas que cuentan con tecnología de punta. Es el caso de Orafti, empresa del Biobío que exporta fibras prebióticas (inulina y oligofructosa) extraídas de raíz de achicoria producida localmente, gracias al encadenamiento de aproximadamente 500 productores de la zona.


El desafío de la legislación

En Chile aún no hay una definición legislativa ni de alimentos funcionales ni de nutracéuticos. Sólo existen los denominados "claims" (mensajes saludables asociados a distintos aspectos de la salud humana que se pueden disponer en los rótulos de los alimentos). Por lo tanto -dice Soledad Hidalgo, de FIA- uno de los desafíos de corto y mediano plazo en el que hay que trabajar, es en el desarrollo de una legislación consensuada para estandarizar, resguardar la calidad y competir adecuadamente, a fin de crear un marco regulatorio que ayude a posicionar nuestros productos más saludables en el mercado nacional y de exportación.


En 2012 las ventas en el nicho de alimentos saludables representaron un 23% del mercado de alimentos de Chile, lo que equivale a alrededor de US$ 2.500 millones.

En esta misma línea, el director ejecutivo de FIA, Héctor Echeverría, sostiene que la generación y fortalecimiento de una industria de ingredientes funcionales debe darse a través de modelos de negocio productivos, donde la producción de ingredientes le agregue valor a la materia prima del país. "Hoy FIA está trabajando con materias primas como el quillay y las algas, de las cuales se extraen ingredientes funcionales que sirven para la salud inmune, intestinal, metabólica y como aditivos tecnológicos, utilizados como espumantes, estabilizantes, gelificantes, colorantes y antioxidantes, entre otros. De esta manera, estamos siendo coherentes con uno de nuestros objetivos institucionales, que es que los productores mejoren su calidad de vida a través del desarrollo de sus respectivos rubros, todo lo cual redunda en el bienestar social del sector agrario", asegura.

Una de las conclusiones de FIA respecto de las brechas que limitan el desarrollo de una industria de alimentos funcionales -además de la inversión en infraestructura y tecnología- es la necesidad de generar una cultura de mayor asociatividad y cooperación entre los productores.

LA ASOCIATIVIDAD

Una de las conclusiones de FIA respecto de las brechas que limitan el desarrollo de una industria de alimentos funcionales -además de la inversión en infraestructura y tecnología- es la necesidad de generar una cultura de mayor asociatividad y cooperación entre los productores. El estudio de Wageningen UR apoya esta mirada: "En estos momentos no hay muchas herramientas que permitan disminuir la incertidumbre a un nivel tal que el productor de alimentos se arriesgue a invertir capital. Pero si los productores se articulan y logran generar sistemas asociativos, el riesgo baja, lo cual constituye un incentivo fundamental a la hora de innovar", subraya Francisco Rossier.

Pero la asociatividad no termina ahí. Además se trata de incorporar a actores que hoy no están vinculados al sector agroalimentario, es decir, motivar a otras disciplinas profesionales a realizar su aporte al desarrollo del rubro.

"La innovación es multidisciplinaria", asegura María José Etchegaray, subdirectora de FIA y jefa de la Unidad de Desarrollo Estratégico de la institución, "pues para innovar se requiere que distintas disciplinas confluyan en cada etapa de un proyecto, desde el investigador en su etapa de creación o adaptación, pasando por técnicos o profesionales expertos en procesos que conviertan esta idea en un producto o servicio, para finalizar con expertos en comunicaciones y marketing que pongan en valor estos productos, de manera tal que cumplan con las expectativas o necesidades del consumidor final", argumenta.

En sus 20 años de fomento a la innovación en el agro, FIA ha apoyado una serie de proyectos que involucran el apoyo a cooperativas de pequeños productores, la producción de alimentos con sello de origen, y el rescate y valorización de las diversas identidades agroalimentarias que le otorgan un carácter único a nuestros territorios. Esfuerzos que han pavimentado el camino para que Chile hoy se encuentre en una posición inmejorable para convertirse en un gran productor de alimentos saludables para el mundo, aprovechando una materia prima de excepción que invita a innovar y a desarrollar productos con altos estándares de calidad.

Suplementos alimenticios elaborados a partir de quínoa orgánica, leche de arroz para alérgicos e intolerantes a los lácteos y snacks bajos en nutrientes críticos, son algunas de las iniciativas que se han desarrollado en nuestro país y que han sido posibles gracias a la integración de distintos actores de la cadena productiva, así como al apoyo de la academia y el sector público. Ejemplos de éxito y sustentabilidad (social, ambiental y económica) que consolidan la idea de que la innovación y la asociatividad sí pueden ser los pilares de nuestra nueva industria agroalimentaria.

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