Desde hace varios la agricultura orgánica ha ido tomando cada vez más fuerza en nuestro país, llevando a que todos los días haya nuevos productores que opten por cultivar plantaciones orgánicas. Si bien la agricultura convencional presenta muchos beneficios en términos de rendimiento y calidad, las exigencias de los mercados actuales han ejercido una enorme presión sobre el sistema, directamente sobre los productores, para buscar manejos y prácticas culturales que sean cada vez menos nocivos y no generen rechazo del consumidor final.
16-feb-2017
La agricultura orgánica, a diferencia de la agricultura convencional, se basa en la no utilización de productos químicos en los cultivos, y su origen se remonta a las primeras décadas del siglo XX en Europa y luego en Estados Unidos hacia 1960. En un principio debió enfrentar un escenario complejo, ya que se trataba de un sistema distinto al usado hasta ese entonces, por lo que la industria agrícola se vio obligada a regular esta práctica a través de certificaciones de terceros, estandarización de los etiquetados y procesos de producción, entre otras medidas que fueron llevando a la agricultura orgánica a ser lo que conocemos hoy día.
En este contexto, en la actualidad, los productores que opten por el sistema de agricultura orgánica y exporten su producción, deben cumplir con una serie de exigencias y consideraciones con el fin de respetar procesos amigables con el medio ambiente. Las principales reglas que se deben seguir son las que se presentan a continuación, elaboradas a partir de los manuales del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) y del Ministerio de Agricultura de Estados Unidos (USDA):
1. Las prácticas realizadas deben considerar un restablecimiento de equilibrios naturales y no desgastar los recursos productivos.
2. Se debe favorecer la fertilidad del suelo tanto química, física y biológicamente.
3. Considerar conservar o aumentar la materia orgánica del suelo.
4. Fomentar la biodiversidad espacial y temporal de los predios.
5. Erradicar el uso de insumos de químicos sintéticos dañinos para el medio ambiente y la salud humana.
6. Buscar armonía entre producción de cultivos y producción animal.
7. Facilitar condiciones propicias para permitir a los animales mantener una correcta integridad física y expresar aspectos básicos de su comportamiento innato.
8. No utilizar materiales genéticamente modificados
9. Separar materiales orgánicos de no orgánicos.
Si se está tomando en consideración adoptar la agricultura orgánica como método de producción, es necesario tomar en cuenta que el fundamento productivo puede resultar muy distinto u ajeno para quien está acostumbrado a la agricultura convencional, por lo que requiere un cambio de mentalidad productiva importante.
La definición otorgada en 2002 por el National Organic Program (NOP) de Estados Unidos considera a la producción orgánica como un sistema productivo que responde a condiciones de localidades específicas, integrando prácticas culturales, biológicas y mecánicas que promueven el ciclo de recursos, balance ecológico y la conservación de la diversidad biológica. En otras palabras, en la agricultura orgánica, el foco principal es el traspaso del control al agroecosistema, mientras que en la agricultura convencional el foco está puesto en el control que ejerce el ser humano frente al cultivo de interés.
Adicionalmente, para cumplir con las exigencias establecidas, es necesario que un agricultor orgánico o alguien que esté considerando adoptar este sistema también debe considerar los aspectos que se describen a continuación para tener éxito con su producción.
La importancia del suelo
El punto de partida es el suelo junto con la preparación de la cama de semillas. Una correcta preparación del suelo debe considerar que éste quede lo más suelto posible, granulado, sin terrones y sin llegar al punto de transformarse en polvo. Esto es así para facilitar el intercambio gaseoso y de agua, promoviendo el crecimiento correcto de raíces y microorganismos benéficos. En agricultura orgánica se deben considerar prácticas de cero o mínima labranza, lo que implica una menor intervención del hombre en el sistema agroecológico, además de reducir el gasto energético asociado.
Por otro lado, la fertilización del suelo en agricultura orgánica tiene ciertas restricciones. En Chile, la ley actual indica que la fertilización del suelo debe realizarse utilizando la incorporación de estiércol compostado, abonos verdes, establecimiento de cultivos rotativos, considerando el mínimo de labores en el suelo. Es importante considerar que con 10 toneladas de abono orgánico se fertiliza en promedio una hectárea de cultivos, no obstante, esto puede variar para cultivos que requieran un mayor aporte de fertilizante.
No se debe olvidar que el foco es el agroecosistema, por lo que al elegir fertilizantes de suelo no sólo se piensa en el aporte de nitrógeno, por ejemplo, sino también en estructura, en potenciar la materia orgánica y la capacidad biológica del suelo, por lo que resulta de gran importancia alternar diferentes tipos de fertilizantes.
Protección de cultivos
La diferencia entre agricultura convencional y orgánica, en este punto, es que en la primera es el productor tiene un impacto directo sobre la producción, ya que es el que tiene el control sobre las plagas y enfermedades del cultivo. Por otro lado, en la agricultura orgánica, el productor toma un rol indirecto, dándole las herramientas al sistema donde está inmerso el cultivo para que éste asuma el control de las plagas y enfermedades. En otras palabras, la agricultura convencional está principalmente enfocada en atacar el problema eliminando la sintomatología, mientras que la agricultura orgánica busca fortalecer el agroecosistema para que éste cuide al cultivo. De esta forma, la agricultura orgánica posee cierta tolerancia frente a la presencia de insectos y microorganismos al momento de cosecha y comercialización de sus productos.
En términos de prevención de plagas y enfermedades, existen diversos tipos de sugerencias, para las que el Ministerio de Agricultura estadounidense identificó tres categorías o niveles según la Guía Para Agricultores Orgánicos, realizada por especialistas en Agricultura del National Center for Appropriate Technology (NCAT).
Nivel A: es el nivel más básico de defensa que presenta un cultivo saludable frente a plagas y enfermedades. Un sistema orgánico bien diseñado debería, naturalmente, proteger al cultivo de estos problemas, en una primera instancia. Algunos ejemplos de practicas para este nivel serían la rotación de cultivos, utilizar variedades resistentes a enfermedades y plagas, sembrar distintas especies de cultivos en cercanía para prevenir explosiones reproductivas de plagas, proveer un hábitat para enemigos naturales de plagas, limpieza de focos de infección y cultivos que repelan plagas.
Nivel B: cuando los problemas no pueden ser resueltos de manera autónoma por el sistema orgánico, se requiere escalar al nivel B, el cual involucra la intervención del productor en prácticas culturales, mecánicas y físicas, además del uso de materiales no sintéticos que ayuden a mitigar dichas dificultades. Como ejemplo está el manejo de la canopia, el mulching orgánico, cobertores de hileras y solarización del suelo para eliminar insectos.
Nivel C: este nivel es el último recurso cuando los niveles anteriores han fallado, por lo tanto, hay que involucrar el uso de agentes biológicos para control de plagas y enfermedades. En Chile existen productos sugeridos por el SAG para el uso en agricultura orgánica este tipo de problema, los que se pueden encontrar en el manual: "Agricultura Orgánica Nacional, Bases Técnicas y Situación Actual" del SAG.
También se sugiere no establecer monocultivos, sino optar por tener diversos tipos de cultivos, con el fin de dar espacio a los enemigos naturales de las plagas para reproducirse y encontrar alimento, fortaleciendo su población y, por ende, ayudando al control de plagas y enfermedades. Otro beneficio de este tipo de estrategia es que los insectos nocivos no atacarán únicamente a un cultivo en especial, sino que su efecto podría verse diluido entre las distintas plantaciones.
Consideraciones para el manejo de malezas
El tercer aspecto que se debe considerar al optar por agricultura orgánica es considerar sembrar semillas certificadas para evitar impurezas y contaminación. En este contexto, se deben seleccionar variedades de cultivos que emerjan rápidamente y cierren la canopia lo más pronto posible, para que se reduzcan focos de malezas. Cultivar en alta densidad también es una buena opción, siempre y cuando el cultivo lo permita. Es importante filtrar el agua de riego, la cual puede acarrear semillas de malezas no deseadas.
Y, para terminar, es importante suministrar el agua de riego lo más directo a las raíces del cultivo posible, para evitar la emergencia de malezas debido al desperdicio de agua. Es necesario considerar un sector del campo, fuera del huerto, donde las malezas puedan crecer y servir de refugio para enemigos naturales de plagas.
Finalmente, la agricultura orgánica es un sistema alternativo al convencional que llegó hace casi un siglo y lo hizo para quedarse. El adoptar esta modalidad de producción requiere un cambio de mentalidad del productor, ya que se debe comprender que lo importante para la producción es el agroecosistema y no solamente un cultivo aislado. También es necesaria una preparación previa, mediante el uso de manuales facilitados por el SAG, donde se puede encontrar información para la certificación de producción orgánica y pautas sobre como diseñar, producir y mantener un huerto orgánico en detalle. Es una buena opción para abarcar un mercado en crecimiento, pero supone un reto técnico importante para quien desee hacerlo.
Fuente: CER