Bioclimatólogo Fernando Santibáñez: "La Araucanía surge como un nuevo corazón frutal ante el cambio climático"

Fernando Santibañez, Profesor agroclimatología

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05-ago-2025

Fuente y fotografía: Diario Frutícola

Plantea que el calentamiento global está creando nuevas oportunidades hacia el sur, donde la estabilidad climática y disponibilidad de recursos hídricos favorecen a cultivos como el avellano, cerezos y manzanos.
El destacado profesor y bioclimatólogo Fernando Santibáñez fue uno de los expositores centrales y el que abrió el Primer Encuentro Frutícola Internacional de La Araucanía, realizado recientemente en Temuco, el cual tuvo una convocatoria de más de 300 personas y donde se abordaron las perspectivas productivas del avellano europeo, el cerezo y el manzano.

Con su característico enfoque técnico y visión estratégica, analizó cómo el cambio climático está modificando el mapa agrícola de Chile y propuso una mirada descentralizada, sustentada en ciencia y tecnología, para convertir al sur del país en el nuevo polo frutícola nacional.


Profesor y bioclimatólogo Fernando Santibáñez

Profesor Santibáñez, ¿cómo está afectando el cambio climático a la agricultura chilena y qué regiones están mejor posicionadas para enfrentar este fenómeno?

Chile no está exento del cambio climático, pero tiene una particularidad: su geografía lo protege en parte. La corriente de Humboldt y la cordillera generan un escudo natural que ha hecho que el calentamiento en Chile sea más lento que en otras zonas del mundo. Sin embargo, la zona central está mostrando un aumento de riesgos como ondas de calor y sequía que crean dificultades a las especies más sensibles, mientras que hacia el sur, especialmente en regiones como La Araucanía, se presentan tendencias climáticas que abren oportunidades de expansión agrícola.

¿Qué cultivos emergen como estratégicos en este nuevo escenario agroclimático del sur?

Los cultivos que requieren temperaturas moderadas, buena acumulación de frío invernal y disponibilidad de agua están muy bien posicionados en el sur. Es el caso del avellano europeo, el cerezo y el manzano. El avellano, por ejemplo, tiene un rango de temperaturas ideal para su cuaja y fructificación entre 18 y 25 grados. En La Araucanía se dan esas condiciones durante muchas horas desde octubre en adelante, acercándose a las 1500 horas eficazmente productivas que esta especie necesita para asegurar buenos rendimientos.

¿Qué riesgos o amenazas climáticas deben considerarse para estos frutales?

Hay varios. Entre ellos, las olas de calor invernales que pueden interrumpir el reposo de los frutales; la alta radiación solar combinada con baja humedad, que genera deshidratación y quemaduras; y la mayor frecuencia de granizos, las olas de calor en verano que, junto al aire seco, generan un mayor numero de horas de estrés de lo que las plantas pueden tolerar, afectando la producción y el calibre. Pero también hay que considerar que en el sur, si bien llueve más, esa lluvia es cada vez más intensa y menos infiltrable, lo que puede dificultar su aprovechamiento por parte de las plantas.

El clima más cálido y seco exige un rediseño del manejo agronómico. Por ejemplo, en el caso del avellano europeo, sufre cuando la atmósfera está muy demandante de evapotranspiración, superando a la capacidad de las plantas de transpirar. Esto tiendo a ocurrir por sobre los 0,5 mm/hora. Si no se comprenden bien estos límites fisiológicos, se corre el riesgo de caídas de frutos, fracaso en la cuaja o deterioro en el calibre y en la calidad del fruto.

En el caso de los cerezos y manzanos, la acumulación de frío invernal sigue siendo suficiente, pero hay que estar atentos a las olas de calor en floración y post-cosecha, las que pueden afectar a la inducción.

¿Qué proyecciones existen respecto a las lluvias en el sur de Chile, especialmente en La Araucanía?

En el largo plazo, los modelos climáticos sugieren que la tendencia a la baja en las precipitaciones se estabilizará en la segunda mitad de este siglo. El anticiclón del Pacífico, que se ha desplazado hacia el sur, eventualmente retrocederá facilitando la llegada de los frentes a la zona central. Aun así, hay que entender que el problema no es solo cuánto llueve, sino cómo llueve: hoy tenemos precipitaciones más concentradas, intensas y de corta duración, lo que reduce su aprovechamiento agrícola. La infiltración es baja y la escorrentía alta, por lo que es urgente disponer de mayor infraestructura para regular los caudales.

¿Cuáles son las zonas más prometedoras para el desarrollo frutal en el futuro?

Las proyecciones indican que las zonas más productivas se desplazarán hacia el sur, hacia la costa y, en ciertos casos, hacia la precordillera. Desde La Araucanía hacia Los Ríos y parte de Los Lagos hay un escenario climático favorable: temperaturas adecuadas, buen régimen de frío y un potencial hídrico razonable. Estas zonas podrían convertirse en el nuevo motor frutícola del país si se planifica bien. A diferencia del centro norte, donde las mejoras climáticas se concentrarán en las especies subtropicales, en el sur dominan las oportunidades para especies caducas.


Planificación agroclimática basada en ciencia

El cambio climático está obligando a la agricultura chilena a replantear sus fundamentos. Así lo plantea el profesor Fernando Santibáñez, destacado bioclimatólogo y académico de la Universidad de Chile, quien subraya que el manejo eficiente del agua, la tecnificación del riego y una planificación agroclimática basada en ciencia ya no son opciones, sino condiciones mínimas para la sostenibilidad del sector.

En su análisis, la adaptación al nuevo escenario climático no puede seguir anclada en la tradición ni en la intuición: requiere datos, modelos predictivos y decisiones descentralizadas que disminuyan la exposición al riesgo, integrando a todos los actores del ecosistema agrícola.

La tecnología, afirma, tendrá un rol protagónico en esta transformación, tanto para anticipar los efectos del clima como para optimizar los recursos disponibles. Herramientas como el Atlas Agroclimático aportan información para proyectar con mayor precisión qué especies cultivar, dónde y cuándo, haciendo posible una agricultura más resiliente, eficiente y competitiva.

Para Santibáñez, regiones como La Araucanía tienen hoy una oportunidad histórica: convertirse en líderes de un nuevo polo frutícola del país. Pero esa oportunidad solo se concretará si se articula una visión de largo plazo que combine inversión, conocimiento técnico y voluntad política.

Usted habla de un cambio de paradigma en la planificación agrícola. ¿A qué se refiere?

La agricultura del futuro no puede seguir dependiendo solo de la tradición o la intuición. El cambio climático obliga a una gestión basada en datos, en herramientas científicas y en decisiones armónicas con cada territorio.

Es decir, necesitamos un enfoque sistémico donde confluyan el Estado, las universidades, los gremios, las empresas y los agricultores. La Araucanía tiene hoy una gran oportunidad, pero para aprovecharla se requiere visión, inversión y conocimiento.

¿Qué papel jugará la tecnología en esta transformación agrícola del sur?

Crucial. La tecnificación del riego, el manejo agroclimático inteligente, la predicción productiva anual y la selección adecuada de especies y variedades serán claves. No basta con que el clima mejore: hay que saber adaptarse y anticiparse. Necesitamos modelos predictivos, decisiones descentralizadas e infraestructura agrícola adaptada a este nuevo escenario.

¿Qué rol juega la planificación agroclimática en esta transformación?

Un rol estratégico. No basta con saber que el clima está cambiando, hay que cuantificarlo, proyectarlo y traducirlo en decisiones robustas y basadas en evidencias. El uso de herramientas como el Atlas Agroclimático y de modelos que integren los riesgos permitirá identificar las zonas más aptas por especie y año. Esto no solo mejora la gestión predial, también permite proyectar rendimientos y ajustar manejos agronómicos en función de cada temporada. Es decir, pasamos de una agricultura reactiva a una proactiva, con mayor eficiencia, menor incertidumbre y más competitiva.

¿Qué medidas recomienda para el manejo del agua en este contexto?

Chile debe fortalecer la infraestructura de almacenamiento, tecnificar el riego y aumentar la eficiencia hídrica. Las decisiones que se han tomado en tecnificación, como las impulsadas por la Comisión Nacional de Riego, van en la dirección correcta. El programa de tecnificación de regadio basado en la ley 18450, es una poderosa herramienta para que la agricultura no sucumba frente el cambio climático Además, es fundamental monitorear el ciclo hidrológico en la cordillera, que es nuestro principal embalse natural. En zonas con precipitaciones sobre los 1.000 mm en cordillera, todavía se puede mantener el régimen nival resiliente en materia de recursos hídricos.

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