Los desbordes de ríos y la inundación de los cultivos compacta y reduce la oxigenación de los suelos, perjudicando a las raíces de las plantas y a su actividad biológica. En este artículo, expertos del INIA recomiendan medidas para diagnósticar el problema y recuperar los suelos agrícolas, después de episodios como el frente que afecta a la zona centro sur de Chile. Jorge Carrasco Jiménez, Juan P. Martínez Castillo y Jaime Otárola Aliaga; Ingenieros agrónomos, INIA Rayentué
22-ago-2023
Fuente: Redagrícola | Fotografía: INIA Chile
Las lluvias en exceso pueden provocar desbordes en los ríos y esteros, lo que causa inundaciones en los terrenos aledaños, afectando principalmente el suelo y provocando anegamientos. Estos van asociados a la acumulación de sedimentos sobre el terreno, donde en algunos casos lo cubre completamente.
El anegamiento apelmaza el suelo, es decir lo hace más compacto y denso, además de ponerlo más espeso y menos esponjoso. Esta condición deja a las raíces de las plantas sin oxígeno y genera complicaciones, tales como cambios en la permeabilidad y en la saturación del suelo, además de alteraciones en la microtopografía de la superficie del terreno, que afecta, entre otros, el riego superficial.
Las inundaciones dificultan la aireación del suelo, independientemente de si es inducido por fuerzas naturales o por factores antropogénicos. Bajo tal condición, el aire no puede penetrar en la tierra cuando el espacio poroso está ocupado por el agua, produciendo asfixia radicular en las plantas. Sin embargo, cuando se seca, se corre el riesgo de que no se reestablezca el equilibrio, donde el agua se evapora y el aire vuelve a la tierra. Este fenómeno puede producir daño en las plantas, puesto que ciertas propiedades físicas del agua -sobre todo su capacidad para interferir en el libre intercambio de gases-, asociado a parámetros como porosidad total y conductividad hidráulica del suelo, pueden dañarlas y causar su muerte.
Cuando un suelo permanece inundado durante días, el aire en el interior de él es reemplazado por agua, evitando toda posibilidad de provisión de oxígeno para las raíces de las plantas, por lo cual se afecta la actividad biológica de ellas. La ralentización de la entrada de oxígeno es la principal causa de daños en las raíces, además de afectar la parte aérea de ellas.
Por otro lado, al ingresar a un terreno, el agua proveniente de ríos deposita partículas como limo, arcilla e incluso materia orgánica, las que se van ubicando en capas o láminas a profundidades variables, estableciendo dentro del mismo condiciones y ambientes diferentes al terreno original, formando un sellamiento con láminas gruesas con espesor variable que impiden o disminuyen el intercambio de aire y agua.
Las inundaciones y anegamientos - como las ocurridas en junio y en agostos en la zona central de Chile- tienen graves consecuencias económicas para la productividad de gran parte de los terrenos agrícola cultivados con hortalizas y frutales.
1. Determinar el grado de daño al suelo, como pérdida total o parcial de los potreros por efecto del agua y la erosión de cada predio evaluado. Esto, estableciendo el tipo de anegamiento, definiendo presencia y grado de cobertura del agua, además del espesor o altura alcanzada por los sedimentos de suelos depositados.
2. Asociado a lo anterior, evaluar la intensidad del daño del terreno afectado por anegamiento y acumulación de sedimentos de suelo. Si el agua permaneció acumulada por días -además de dejar un volumen importante de suelo sobre la superficie del terreno- indica una condición que puede inhabilitar en la temporada el uso del terreno para el establecimiento de un cultivo. Sin embargo, un elemento clave que define esto es el espesor de la capa de suelo acumulada sobre la superficie, y las lluvias que se produzcan durante el resto del invierno, porque estas pueden llegar a producir un anegamiento de varias semanas, lo que afectaría la fecha de siembra o de plantación de un cultivo.
3. Se deben identificar las áreas problemáticas dentro de cada predio afectado, para definir las prácticas de manejo de suelos más adecuadas, con la finalidad de recuperarlas. Es importante recorrer el área afectada y determinar la presencia de depresiones anegadas, tamaño, ubicación y cómo se comportarán frente a las precipitaciones abundantes que puedan ocurrir.
4. La recarga de la napa freática por las inundaciones puede producir una salinización de las áreas involucradas por la inundación, por posible ascenso de las sales en la superficie. Por este motivo, se debe establecer la profundidad de la napa. Para ello, se construye un pozo de carácter exploratorio hasta ella, con el fin de determinar la profundidad a la que se encuentra. De acuerdo a la superficie del área afectada, se recomienda dejar abiertos pozos desde la parte más alta a la más baja, para analizar la evolución de la napa en el tiempo, con varillas graduadas y flotadores que puedan ser alimentada por las futuras precipitaciones que se produzcan durante los meses de invierno. Si el terreno es arenoso y pedregoso, lo normal es que presenten buen drenaje, por lo cual el problema señalado pasa a ser menor.
5. Abrir dos a tres calicatas en el terreno, de aproximadamente un metro de profundidad y distanciadas entre si a unos 50 metros, para reconocer características del suelo que no entreguen los análisis de laboratorio. Esta herramienta es adecuada, dado que a través de ella se identifican rasgos físicos y mecánicos del suelo, como espesor de la lámina de sedimento acumulada por el anegamiento, además del grado de compactación.
6. Complementario a lo anterior, es importante determinar el estado físico y químico del suelo en cada sector afectado. Para ello, es necesaria la extracción de muestras a las profundidades de desarrollo de las raíces de los cultivos (0 a 20 y 20 a 40 cm), para conocer, a través de análisis de laboratorio, las propiedades físicas del suelo, como la porosidad total, conductividad hidráulica, estabilidad estructural, entre otras; además de las propiedades químicas, que incluye el contenido de materia orgánica, tipo y cantidad de nutrientes, pH y la posible presencia de sales.
7. En el caso de plantaciones frutales, verificar el estado sanitario de las raíces, evaluando el porcentaje de daño que permitirá tomar decisiones de las medidas de poda y ajuste de carga frutal, para compensar una menor capacidad de absorción de agua y nutrientes. Además, realizar un seguimiento al estado fitosanitario de las plantas, determinando el grado de daño, ya sea leve o severo, para estimar posible pérdida productiva en el año y durante las próximas temporadas.
8. Determinar el daño al sistema de riego presurizado. Específicamente enfocarse en el grado de taponamiento de goteros, deterioro y conexiones de la plansa, entre otros. Se recomienda realizar aforos para determinar la uniformidad del riego posterior al anegamiento del terreno, antes de iniciar la tarea de irrigación.
1. Si el terreno posee un buen drenaje, una vez que el suelo alcance un contenido de humedad adecuado, cercano al estado friable, y la lámina de sedimento tenga un espesor no mayor entre 20 a 25 cm, se debe realizar una labor de aradura profunda superior a ese espesor, utilizando para ello un arado de disco o vertedera. Esto, con el objeto de romper la compactación superficial que se llegue a formar al secarse la lámina de sedimento acumulada, además de incorporar y mezclar el sedimento con el suelo propio del de la matriz del terreno anegado. De esa forma, se conseguirá mejorar la estructura del suelo y con ello favorecer el ingreso de agua y de aire al interior del perfil de suelo.
2. Realizar aplicaciones de sulfato de calcio y carbonato de calcio e incorporarlas al suelo con un rastraje, con el objeto de mejorar la estructura del suelo y con ello la aireación del mismo, además de quedar disponibles los nutrientes azufre y calcio para los cultivos a establecer.
3. Complementado con lo anterior, realizar aplicaciones de materia orgánica al suelo, a la forma de guano de ave fresco o compostado, para facilitar la mejora de la estructura del mismo.
4. En el caso de plantaciones frutales, se recomienda realizar aplicaciones de fertilizantes nitrogenados, con pulverización foliar, para observar efectos remediadores a nivel de la planta. Del mismo modo, productos a base de algas marinas han demostrado tener un efecto antiestrés en plantas con problemas de hipoxia.
5. Construir un sistema de drenaje cuando sea necesaria la recuperación de tierras inundadas, para hacer posible la agricultura convencional.
6. Hacer uso del apoyo estatal del programa SIRSD-S del Ministerio de Agricultura, incorporando planes de manejo con prácticas conservacionistas para la recuperación de suelos degradados por efecto de las inundaciones y erosión provocado por el movimiento del agua de los desbordes de los ríos.
En los distintos terrenos agrícola evaluados por INIA en las comunas de San Vicente de Taguatagua, y Coltauco, que se vieron afectados por el desborde del río Cachapoal generando anegamientos en junio pasado, los más afectados fueron los que no tenían sus canales y desagües limpios. Por ello, una de las primeras recomendaciones para prevenir eventos futuros de desbordes de ríos e inundaciones, es la limpieza de ellos porque así se facilitará la salida del exceso de agua que se pueda acumular sobre el terreno, depositando sedimentos por anegamiento.
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