Una de cada cuatro personas en el mundo vive de los bosques. Para comprender su valor y gestionarlo de forma sostenible, es clave disponer de datos precisos.
01-jun-2021
Fuente: blog.orange.es
La tecnología satelital y los algoritmos de análisis de big data han habilitado nuevas formas de medir los recursos forestales. Sin embargo, cuando se trata de conocer en detalle el estado de los bosques y planificar su restauración de la mano del conocimiento local, hay una herramienta que es, en muchos sentidos, imbatible: el ojo humano.
De la mano del World Resource Institute, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la iniciativa Open Foris se han venido impulsando una serie de talleres de mapeo de bosques mediante la herramienta Collect Earth para construir una fuente de datos locales fiables con la que contribuir a la regeneración de los recursos forestales. Estos 'mapatones' de código abierto son un punto de encuentro de la tecnología satelital (la plataforma está basada en Google Earth), el análisis de big data y el conocimiento local.
Más de 1600 millones de personas dependen de los bosques. Según la FAO, los recursos forestales son una fuente de alimento, combustible, materias primas e ingresos para cerca de uno de cada cuatro habitantes del planeta. No solo eso, sino que los bosques son la principal red de seguridad para la mayoría de estas personas. Son el lugar al que acudir para sobrevivir cuando todo lo demás falla (malas cosechas, eventos climáticos extremos, desplazamientos forzosos, desempleo…).
Además, existen multitud de beneficios medioambientales, sociales y culturales asociados a los bosques que son difíciles de cuantificar. Buena parte de las culturas indígenas del planeta giran alrededor de estos ecosistemas, sean selvas espesas o bosques de sabana. Por último, los árboles y toda la materia orgánica que los rodea desempeñan un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático.
Tradicionalmente, la gestión forestal ha dependido del conocimiento directo de los bosques. Sin embargo, en los últimos años, la tecnología ha cogido el mando. Iniciativas como Global Forest Watch (basada en imagen satelital y algoritmos de aprendizaje automático) juegan un papel cada vez más destacado en el conocimiento de los bosques del planeta. Aun así, el conocimiento local, la información que captan los ojos de quien conoce el terreno, sigue siendo clave.
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Las herramientas tecnológicas de análisis automático de imágenes son muy útiles para obtener una idea general del estado de los bosques. Sin embargo, por ahora, se pierden en los detalles. Tal como explican desde el World Resource Institute (WRI), este tipo de herramientas no cuentan los árboles de uno en uno, sino que identifican la densidad de los bosques píxel a píxel. Como consecuencia, en áreas poco densas, como las que necesitan restauración, no son todo lo precisas que deberían.
Teniendo en cuenta que cerca del 40% de la masa forestal del planeta está en áreas de escasa cobertura arbórea, el WRI y la FAO decidieron impulsar una serie de eventos de mapeo colectivos o mapatones a través de la herramienta open source Collect Earth. La plataforma proporciona imágenes de alta resolución de áreas concretas. Y los participantes de estos mapatones cuentan los árboles uno a uno, anotando información importante para la gestión de los bosques.
Para participar en estos proyectos, lo único necesario es tener conocimiento concreto sobre el terreno que se va a analizar. Conocer el bosque y los usos que se hacen de él. A nivel tecnológico, solo es necesaria una formación básica que proveen los propios organizadores de los mapatones. Cada participante recibe imágenes de pequeñas porciones de terreno con gran nivel de detalle. En función de las características de cada sección, pueden analizar entre 50 y 80 al día.
Al final de cada jornada, los datos se agregan y se comprueban en la plataforma, convirtiendo la información local y el esfuerzo de cada persona individual en conocimiento colectivo. Conocimiento que las autoridades de cada región pueden utilizar para mejorar la gestión de los bosques y diseñar estrategias de restauración de los recursos forestales.
La FAO y el WRI pusieron en marcha la iniciativa con cuatro experiencias piloto desarrolladas durante la década pasada. Uno de los ejemplos de la utilidad de este tipo de proyectos está en El Salvador, donde el gobierno se comprometió, ya en 2011, a restaurar la zona del Cerrón Grande, en la cuenca del río Lemba. La región da de beber a la ciudad de San Salvador y parecía que la deforestación estaba avanzando sin control.
La administración buscaba, en este caso, disponer de una herramienta precisa, eficiente y económica para seguir la evolución de los bosques. Necesitaba contar con datos concretos y actualizados. A través del proyecto, se contabilizó que se había perdido un 2,6% de cobertura forestal desde principios de siglo en el Cerro Grande y que los asentamientos humanos habían aumentado considerablemente.
Sin embargo, lo más importante no fue el cuánto, sino el cómo. El gobierno de El Salvador consiguió elaborar un mapa en el que era fácil identificar áreas que servían de corredores de fauna, los usos que se le daban a las tierras deforestadas y la salud de las zonas arboladas más intactas. De esta manera, se pudo diseñar una estrategia para proteger ciertas áreas todavía inalteradas y establecer modelos de gestión sostenible para las zonas agrícolas (en los que se apostó por aumentar el arbolado sin afectar a los cultivos).
A través de los otros tres proyectos piloto en Ruanda, Etiopía y la India, se lograron resultados similares, lo que permitió reforzar los planes de restauración forestal de estos territorios. Ante los ojos de la tecnología, muchos árboles pasaban inadvertidos. A la observación humana le faltaba la perspectiva. Juntos, datos, satélites y conocimiento local permiten asegurar el futuro de los bosques y de todos los que viven de ellos.
Por Juan F. Samaniego
Imágenes | WRI