Kapicua: las nanoburbujas de oxígeno que mejoran la productividad agrícola y reducen la huella hídrica

La empresa fundada por el ingeniero agrónomo Benjamín Labbé, hoy parte del Grupo Laevo, es pionera en investigación y desarrollo de nanoburbujas que concentran mucho oxígeno en la fuente del riego en el sector agrícola. Cuentan con alrededor de 30 proyectos de diferentes escalas, tanto en Chile como en algunos países de Latinoamérica, en el que han logrado ya obtener resultados tanto en la calidad de la producción en frutos y hortalizas como en ahorro de agua.

08-mar-2021

Fuente: País Circular

En tanto ingeniero agrónomo, Benjamín Labbé ganó mucha experiencia en el desarrollo de tecnologías nuevas orientadas hacia el tema fitosanitario, pero desde la línea de productos sustentables. Pero no trepidó en tomar camino propio a la independencia cuando descubrió el "secreto" de las nanoburbujas y su aplicación a diferentes industrias.

"Nos pareció interesante, disruptiva, pero tenía un desafío importante: no se había validado en el uso de la agricultura en Chile, específicamente en la fruticultura, que mueve el sector. En el sector agrícola impera el sistema ultra intensivo bajo plástico o vidrio en Europa y Estados Unidos, con modelos recirculantes de agua, pero esa no es la realidad de Chile ni de Latinoamérica: la realidad es la producción en campo", explica Labbé, quien fundó la empresa Kapicua a principios de 2018 y hoy ocupa el cargo de gerente técnico.

Al principio Labbé y su equipo pusieron manos a la obra y comenzaron con pruebas a través de la compra de algunos equipos. Se incubaron con un proyecto de la CORFO, recibieron apoyos de empresas públicas y privadas, y hoy conforman una de las tres líneas de trabajo del Grupo Laevo. Hoy ya se encuentran en la fase comercial y cuentan con unos 30 proyectos, la mayoría con base en Chile, pero también tienen presencia en México, Perú y Colombia.

Pero, ¿qué hacen específicamente las nanoburbujas de oxígeno que finalmente mejoran la calidad de los cultivos? "Las nanoburbujas tienen escala nanométrica, es decir, tienen un tamaño entre un átomo y una bacteria. Sus características pasan porque, en tanto muy pequeñas, pierden la flotabilidad cuando permanecen un tiempo en solución. A esas burbujas se les puede inyectar cualquier gas, pero nosotros lo hacemos con oxígeno por la importancia que tiene para todos los seres vivos. Gracias a ello, nos permite concentrar mucho oxígeno en la fuente del riego: el tranque", explica Labbé, fundador de Kapicua.

La otra ventaja, agrega Labbé, es que las nanoburbujas de oxígeno tienen muchos electrones, es decir, cargas negativas que generan "un gradiente favorable y permite desarrollar una facilidad para atraer cargas positivas, como los macronutrientes". Eso, a juicio del ingeniero agrónomo, provoca un ahorro de energía para captar y movilizar los nutrientes. Eso directamente incide en una mejor calidad de la planta y en el nivel de suelo, con la consecuente reducción en la huella hídrica.

Sin ir más lejos, y a partir de estudios del Grupo Laevo y Kapicua, se ha comprobado que al aplicar las nanoburbujas, el calibre de los arándanos aumenta en un 18 por ciento y la productividad de los tomates se eleva en un 14 por ciento. Además, se calcula que el ahorro de agua fluctúa entre un 27 y 28 por ciento.

De hecho, los proyectos que Kapicua desarrolla en Chile y los citados países son aplicables en el sector de frutos y hortalizas. La fruticultura representa, eso sí, el 85 por ciento de los proyectos: ahí trabajan en arándanos, cerezos, paltos, cítricos y hace poco en flores. En tanto, en el sector hortalizas operan en tomates, lechugas y semillas.

Con un agua más oxigenada, Kapicua logra mejorar la microbiología del suelo y, por añadidura, extraer la producción de algas que caracteriza a los riegos actuales, por efectos del cambio climático. "Las nanoburbujas aumentan el poder redox del agua o de la solución. La tecnología es limpia de algas y además logra controlar la generación de patógenos. Es un suelo acorde a la producción agrícola", añade Labbé, quien recuerda que los equipos se colocan a un costado de los tranques para funcionar a través de la tecnología.

Por último, al regar con agua de partículas muy pequeñas, ésta es capaz de introducirse en lugares en que antes no se metía. "Eso tiene un efecto descompactador de suelo, esponjado, hace que la raíz crezca mejor y si se desarrollan en un suelo equilibrado en cuanto a microbiología favorece al pulmón de la planta y la absorción", cuenta Labbé.

El objetivo, en un plazo cercano, de Kapicua es acercar la tecnología a pequeños agricultores que están sufriendo con la sequía y la baja productividad de sus cultivos. "Justamente hemos estado colaborando con grupos de la zona norte, de Copiapó y Coquimbo. Hay una alianza en que nos preocupamos de gestión hídrica y distribución del agua. Igual, la gracia de este proyecto es que es escalable, tenemos equipos pequeños y grandes, productores chicos y grandes", cierra el fundador de Kapicua, quien dice que los proyectos en Chile funcionan en espacios entre 10 y 100 hectáreas, aproximadamente, y en Perú son entre 50 y 200 hectáreas, es decir, más extensos.

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