A propósito de la Zoohackathon que se desarrollará este fin de semana en Utadeo, con el propósito de ofrecer soluciones tecnológicas contra la tala ilegal de árboles y el transporte de estas maderas, indagamos acerca del estado actual de la deforestación en Colombia y las alternativas para reforestar estos ecosistemas. Esto fue lo que encontramos.
18-nov-2019
Aunque en el último año Colombia redujo en un 10 % el número de hectáreas deforestadas, pasando de 219.973 en 2017 a 197.159 en 2018, según el reporte entregado por el IDEAM durante el primer semestre del 2019, la cifra actual, equivalente a casi 2000 kilómetros cuadrados (225 kilómetros más que la superficie de Bogotá), sigue preocupando a las autoridades, ambientalistas, biólogos e ingenieros forestales del país.
La situación no es para menos, pues como lo indica César Augusto García, profesor invitado de la Especialización en Evaluación del Impacto Ambiental de Proyectos de Utadeo, los bosques cumplen una función reguladora de la cuenca hidrográfica, pues el agua se distribuye entre las ramas de los árboles y baja lentamente al suelo, recorre las montañas y llega a los ríos de manera controlada, logrando que en verano el preciado líquido aún esté en movimiento.
De esta manera, dice el experto, cuando se hace deforestación se experimentan cambios en el uso del suelo, lo cual lleva a que en invierno la lluvia baje rápidamente por las laderas y cause inundaciones, mientras que en verano se experimentan temporadas de sequía.
De acuerdo con el informe del IDEAM de este año se identificaron nueve núcleos principales de deforestación en el país, los cuales se ubican en las sabanas del Yarí y el bajo Caguán (Caquetá); el norte del Guaviare, en los límites entre Meta y Vichada; los municipios de Uribe, Mesetas y Vistahermosa, en el sur del Meta; Puerto Guzmán y Puerto Leguizamo (Putumayo); Mapiripán (Meta); la Serranía de San Lucas, en límites entre Antioquia y Bolívar; los municipios de Tibú, Sardinata y El Tarra, en la región del Catatumbo (Norte de Santander), las selvas del Sarare (Arauca) y el municipio de Riosucio (Chocó), en límites con Panamá.
En todo caso, como lo expresa Carolina Jarro, subdirectora de Gestión y Manejo de Áreas Protegidas de Parques Nacionales Naturales de Colombia, uno de los flagelos que más afecta a los bosques de nuestro país tiene que ver con la tala ilegal de árboles y transporte irregular de esa madera proveniente de áreas protegidas. Se estima que en estas áreas se deforestaron en 2018 cerca de 20.000 hectáreas, un 8 % menos que el año anterior.
Actualmente, Parques Nacionales tiene a cargo 21 millones de hectáreas, distribuidas en 59 parques nacionales y 3 distritos nacionales de manejo integrado. El 60% de estas áreas corresponden a diversos tipos de bosques naturales, entre los que se encuentran selvas basales (por debajo de los 1000 metros sobre el nivel del mar), bosques secos, andinos y alto andinos (entre 2000 a 3000 metros sobre el nivel del mar).
De este modo, dice Jarro, las áreas protegidas más afectadas se ubican en el departamento del Meta, en los Parques Nacionales Naturales de Tinigua y Macarena, la Reserva Nacional Natural Nukak y el Parque Nacional Natural Sierra de Chiribiquete (Caquetá y Guaviare). Por su parte, el Parque Nacional Natural Catatumbo Barí (Norte de Santander) y el Parque Nacional Natural Paramillo (Córdoba y Antioquia) presentan un panorama negativo, pues se han incrementado las hectáreas deforestadas. De acuerdo con la experta, quienes llevan a cabo este ilícito tienen en cuenta principalmente árboles con maderas finas, entre ellos el cedro, pues en su comercialización tiene un mejor precio y una cadena de valor más sólida.
"Las áreas protegidas son patrimonio de todos los colombianos y de ellos depende buena parte de la base productiva del país. Más del 50% de la población que vive en zonas urbanas consume el agua que viene de áreas protegidas", señala la experta, quien advierte que la tala en estas zonas se da principalmente por procesos de acaparamiento de tierras y extracción ilícita de recursos del bosque a través de comercio ilegal.
Para García, las causas de la tala ilegal a nivel general son dinámicas y obedecen, en parte, a la ampliación de la frontera agrícola y pecuaria en el país, así como a procesos de colonización ilegal en zonas como la Amazonía y la cuenca del río Magdalena, esto debido a las problemáticas sociales que agobian a los habitantes de algunas regiones del país, quienes tienen que desarrollar estas actividades ilícitas para poder subsistir. Agrega que, en todo caso, no se puede desconocer la deforestación por efecto de la plantación de cultivos ilícitos, razón por la cual es necesario que, desde lo público y lo privado, se piensen en nuevas actividades económicas que propendan por el desarrollo de esas comunidades, al tiempo que se plantea una activación del turismo en los ecosistemas de bosque, dada la biodiversidad que allí se asienta: "en el bosque natural lo que menos valor tiene es la madera. Lo que más vale es la diversidad que está allí inmersa que, incluso, puede ofrecer soluciones farmacéuticas".
Para contrarrestar este flagelo, desde Parques Nacionales Naturales, dice Jarro, se llevan a cabo acciones en conjunto con la Fiscalía General de la Nación y la Policía Ambiental, con el fin de instaurar las respectivas denuncias penales y abrir las investigaciones que sean pertinentes. Sin embargo, no todo tiene que ver con lo sancionatorio. También se desarrollan acciones de educación y sensibilización a las comunidades para que estas valoren las áreas protegidas y trabajen en su conservación.
Fuente y noticia completa: U Tadeo