Carlos Osorio cofundador Yuken Impact Research Lab, profesor visitante Deusto Business School.
04-may-2018
La discusión de género también es relevante en innovación, no sólo por equidad, sino además por impacto y desempeño. Varios estudios muestran que la diversidad de género está positivamente asociada con creación de innovaciones radicales. En talleres con más de 150 equipos de innovación en 15 países entre 2014 y 2017 hemos visto que, entre sus múltiples aportes a tareas y etapas de un proceso de innovación, las mujeres presentan mayor empatía y tolerancia a la frustración y cometen menos errores en actividades clave para entender las necesidades y problemas a resolver; tienen mayor foco, orden y herramientas para resolver y manejar la complejidad a lo largo de un proceso de desarrollo; y contribuyen a ambientes de exploración más seguros. El género es una de 10 variables críticas de diversidad en equipos de innovación, y la participación femenina debiera estar entre 40-60%.
La diversidad es importante para innovar, pero estamos tan acostumbrados a pensarla en términos técnicos que no le tomamos el peso a otro tipo de factores. Nuestra investigaciones y experimentos con equipos de innovación muestran que la diversidad se define en términos de formación técnica, experiencia profesional en sectores específicos (por ejemplo, la adquirida en una industria u otra ), antigüedad en cargos de responsabilidad, al menos seis variables sicológicas, y género.
Las primeras tres son las más obvias, y poco se discuten. No hay mucha discusión respecto a cómo los enfoques multidisciplinarios aportan a la efectividad en innovación. Desde una perspectiva sicológica la heterogeneidad también es un aporte. Personas con distintas aproximaciones a la ambigüedad, riesgo e incertidumbre, y con distintas maneras de colaborar, pensar y actuar se complementan y generan dinámicas sinérgicas en proyectos de alta complejidad.
Sin embargo, la diferencia más obvia de todas - el género- pareciera que para muchos no es relevante. Los últimos años han sido fructíferos en identificar las sinergias que se generan cuando hay un balance entre hombres y mujeres en equipos de desarrollo con objetivos comunes. Equipos de innovación balanceados en género generan dinámicas internas que promueven soluciones más novedosas que llevan a innovaciones radicales con mayor frecuencia que equipos más cargados a un solo género. La concentración mayoritaria en torno a un género, tiende a generar más innovaciones incrementales (y menos radicales).
Uno de nuestros hallazgos más relevantes de los últimos años ha sido entender la dinámica de factores cognitivos y emocionales, y su rol en determinar el desempeño técnico en equipos de innovación. En esta dinámica, y además del aporte de las otras variables de diversidad profesional y sicológica, se necesita balance en el aporte de hombres y mujeres para generar espacios seguro de exploración en ambientes de alta complejidad, riesgo, incertidumbre y ambigüedad, y donde el aprendizaje se debe lograr en contextos altamente cambiantes. De esta manera, la innovación es un proceso de aprendizaje guiado por el descubrimiento, habilitado por la empatía, alimentado por la falla y que debe estar orientado a generar impacto. Independiente de toda la experiencia y conocimiento que podamos tener, hombres y mujeres tenemos aproximaciones distintas y complementarias; tolerancia al riesgo mayores en ciertas etapas y menores en otras; distintos niveles de conciencia y orientación al detalle; y orientación a procesos o resultados.
Sin un balance, los sesgos de experiencia, creencias, sesgos sociales y de atribución del grupo "mayoritario" en un equipo de desarrollo se sobreponen al grupo minoritario por la fuerza de números, en vez de por evidencia, y comienzan a generar estragos. Desde una perspectiva de impacto y retornos en innovación, calidad de relaciones, y generación de cultura no existe evidencia que apoye la mayoría de un género por sobre el otro.
Es por esto que buscamos equipos de innovación que, además de diversidad las otras nueve variables técnicas y sicológicas, estén balanceados en no menos de un 40% y no más de un 60%, siendo -ojalá- 50% de hombres y 50% mujeres. Estas cifras no son antojadizas, sino que resultan años de investigación y experimentación con equipos de innovación.
En pleno 2018, hablamos fácilmente acerca de las bondades y el potencial de inteligencia artificial, robótica, impresión 3D, y otras nuevas tecnologías y tendencias, y se está dispuesto a invertir sumas considerables en ellas. Sin embargo, aún se esté debatiendo temas tan básicos como la igualdad de género, y se haga diferencias en salarios y recompensas sobre la base de ser hombre o mujer y, sobretodo en este tema, no se tenga la visión de considerar el impacto del género en los resultados de innovación a pesar de la evidencia existente.
Es verdad que las cosas han ido cambiando, pero ya llevamos siglos con este tema ¿No será tiempo de darle punto final?