La bióloga de la agricultura ‘verde'

Ainhoa Martínez Medina, investigadora en el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca. E. CARRASCAL

16-nov-2021

Fuente: Diario de Castilla y León

De Murcia a Salamanca con un objetivo muy claro: contribuir a la transición hacia una agricultura más sostenible. Y es que Ainhoa Martínez Medina desde muy pequeña ha estado conectada con el campo. Creció en Los Alcázares, un pueblo costero en la ribera del Mar Menor. De hecho, sostiene que ahora, tras los episodios de muertes masivas de peces en la zona, es cuando se ha hecho evidente la crisis ambiental que ha derivado del abuso de fitosanitarios, si bien, apunta, no ha sido el único mensaje que la tierra le ha enviado a lo largo de su vida.

En este sentido, la murciana recuerda que la casa de su abuela estaba rodeada de campos de cultivos y muchas veces no les dejaba salir a jugar porque fumigaban. «Ella podía intuir, aunque no tuviera estudios, que esos olores de pesticidas, que hoy están prohibidos por la legislación europea, y que a veces nos causaban hasta dolores de cabeza, no debían ser muy buenos para sus nietas».

En la actualidad, según señala, los problemas asociados al uso inadecuado de fitosanitarios en el campo han quedado demostrados, pero han tenido que pasar episodios tan graves como la crisis del Mar Menor o la de los polinizadores, lamenta Martínez Medina, quien insiste en que el principal objetivo de su carrera científica es que el sistema de producción agrícola actual evolucione a uno que sea más respetuoso con el medio ambiente y la sociedad, y más seguro para la salud humana.
Para recorrer este camino empezó estudiando Ciencias Ambientales en la Universidad Miguel Hernández de Elche, en Alicante. Más tarde, se doctoró en Biología Experimental y Aplicada en la Universidad de Alicante. Durante su doctorado realizó varias estancias en Estados Unidos y en China para aprender diversas técnicas. Tras esta etapa consiguió su primer postdoctoral en la estación experimental del Zaidín en Granada. Su siguiente paso fue lograr una beca Marie Sklodowska Curie con la que se incorporó al grupo del profesor Pieterse en la Universidad de Utrecht (Países Bajos).

Otro hito fue el contrato gracias al cual se pudo unir al equipo de la profesora Nick van Dam en el iDiv en Leipzig, Alemania. En 2018 consiguió uno de los proyectos de Atracción de Talento Científico para incorporarse al Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA), y establecer un grupo de investigación. En esta línea, Martínez Medina ha sido seleccionada como número uno en la categoría de 'Ciencias agrarias y agroalimentarias' de los contratos Ramón y Cajal.

Su investigación, según expone, se enmarca dentro del ámbito de la agricultura ecológica. En concreto, se centra en cómo se puede hacer uso de los microorganismos beneficiosos del suelo, que forman parte del microbioma vegetal para obtener cultivos más resistentes al ataque de plagas y enfermedades, reduciendo así la dependencia de los plaguicidas químicos. «Es algo que se puede asemejar al microbioma en humanos, que actualmente tiene un gran interés. Las plantas también tienen su propio microbioma, y si lo eliminamos, como sucede en las estrategias agrícolas intensivas mediante la desinfección de los suelos, no solo estamos perdiendo el potencial que estos microorganismos beneficiosos tienen para la agricultura, sino que, además estamos observando que estas plantas, privadas de su microbioma son plantas más susceptibles al ataque de las plagas», detalla.

Esta murciana también lidera un proyecto del programa de Atracción de Talento del Ayuntamiento de Salamanca, que tiene como objetivo entender cómo estos microorganismos pueden estimular el sistema inmune vegetal. Mediante técnicas moleculares y estudios en campo, y usando tomate como planta modelo, intentan entender en profundidad cómo estos microorganismos inducen resistencia a los cultivos frente al ataque de plagas, y crear así un modelo para poder predecir cómo se van a comportar en diferentes sistemas agrarios, con la finalidad de implementar su uso en agricultura.

En su opinión, desarrollar una carrera investigadora en cualquier punto de España es complejo, pero hacerlo en las universidades y centros de investigación ubicados fuera de las comunidades autónomas que concentran mayor actividad de I+D, como pueden ser Madrid, Cataluña o País Vasco, es aún más duro. «Los programas regionales de apoyo a la investigación fuera de estas regiones suelen estar peor dotados y las infraestructuras no siempre son equiparables».

Dicho esto, Ainhoa Martínez Medina considera que en Castilla y León se han dado pasos importantes en los últimos años, con programas regionales, como la Convocatoria para Centros de Excelencia que ha permitido incorporar talento a los equipos científicos y recuperar a algunos de los jóvenes investigadores que tuvieron que emigrar en la década anterior. Menos habitual, añade, es el apoyo de las corporaciones locales y en eso rompe una lanza a favor del Ayuntamiento de Salamanca y de su programa de Atracción de Talento. «Se está caminando en la dirección adecuada, pero se deben reforzar y mantener los cambios para que el sistema de I+D+i de la Comunidad despegue», subraya.

En esta línea, asegura que, a pesar de que en Castilla y León la agricultura y la ganadería tienen un peso económico y social importante, todavía existe una desconexión entre estos dos sectores y la investigación. A su parecer, existen muchas oportunidades para la innovación en agricultura, ganadería y agroalimentación que no están siendo explotadas todavía. «Posiblemente no solo las administraciones, sino también tanto los productores como los investigadores tengamos algo que ver con esto. En el caso de las administraciones públicas de la Comunidad, creo que, por ejemplo, tener más constancia en los programas de financiación de la investigación es algo que podría ayudar a impulsar la excelencia de investigación en estas áreas».

Para la investigadora del IRNASA, los jóvenes en ciencia se enfrentan a una gran precariedad e inestabilidad laboral. «Esto es una situación dramática tanto a nivel personal como a nivel de excelencia científica. A nivel personal, debido a la incertidumbre y a la inestabilidad laboral que tenemos, ya que vamos intentando enlazar contratos temporales, lo que nos obliga muchas veces a tener que ir cambiando de instituciones, ciudades y países. En el caso de que te plantees tener una familia, la cosa se complica. Pero, además, debido a esta temporalidad, es muy complicado emprender grandes proyectos a largo plazo, lo que puede minar la excelencia científica», concluye Ainhoa Martínez Medina.

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