El gran inconveniente es el elevado costo de energía eléctrica para mantener el sistema.
27-nov-2019
Paredes que son potenciales ensaladas, invernaderos en rascacielos de oficinas, y granjas con bandejas de vegetales variados repartidos en veinte pisos. El futuro de la agricultura se pinta en vertical pero la realidad es que los cultivos sin suelo, con luz artificial y poco riego gracias al uso de polímeros con hidrogeles todavía no son una alternativa a gran escala para alimentar a una población mundial que en el año 2050, según proyecciones de la ONU, llegará a 9.000 millones de personas.
La jardinería ya hace décadas que ha descubierto las plantas verticales y la agricultura de la hidroponía -cultivo sin uso de tierra- ha ido evolucionando hacia la aeroponía, pero el gran inconveniente es el elevado costo de energía eléctrica que implica mantener la iluminacion LED y las condiciones climáticas que los cultivos precisan.
La empresa sueca que quería levantar en Suecia el primer rascacielos invernadero quebró
Las iniciativas proliferan y apuntan a una revolución de futuro. El japonés Yuichi Mori, por ejemplo, ha adaptado la tecnología utilizada en los tratamientos de diálisis de riñones para cultivar verduras en un hidrogel que funciona como un pañal, capaz de proporcionar nutrientes y agua y a la vez evitar que la humedad se escurra hacia fuera y, hacia adentro, se bloquea la entrada de bacterias y virus.
La bancarrota de Plantagon, la empresa sueca que aspiraba a construir en Estocolmo el primer rascacielos de oficinas con una fachada invernadero, demuestra, sin embargo, que la agricultura vertical, a gran escala, todavía no es rentable, lo cual no impide que empresas tecnológicas como Google o Amazon estén invirtiendo millones de dólares en prototipos de granjas verticales.
Un estudio del 2015 del Grantham Centre de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) indicaba que la Tierra ha perdido una tercera parte de su superficie arable por culpa de la contaminación y de la erosión. "Las tecnologías están para usarlas, pero la gracia está en el equilibrio, porque no veo factible que puedan sustituir a los cultivos en el campo ni en el 2050 ni en el 2100", opina Núria Carazo, profesora de Producción Vegetal de la Escuela de Agricultura Superior de Barcelona (ESAB).
Carazo cree que debe haber un contrapeso entre el uso de los avances tecnológicos que se utilizan en la hidroponía con el cuidado de "las parcelas grandes, que si se cuidan y cultivan, ayudan a darnos calidad de vida". La subdirectora del ESAB también considera que aunque la agricultura tradicional necesite mucha más agua que la aeroponía, esa agua vuelve al suelo y acaba formando parte del ciclo natural.
Dos granjas verticales conocidas son la de AeroFarms, que produce casi 1.000 toneladas anuales de vegetales de hoja en un espacio de 6.500 metros cuadrados en Nueva Jersey (EE.UU.), y la del Campus del Instituto Tecnológico de Eindhoven (Holanda), donde se cultivan 3.000 metros cuadrados en varias plantas sobre una superficie de 900 metros cuadrados.
Miguel Urrestarazu, profesor de Cultivos sin Suelo en el Máster de Horticultura bajo Invernadero de la Universidad de Almería, asegura que no tiene nada de descabellado hablar de invernaderos verticales: "En cuanto se mejoren las técnicas de producción energética está cantado que se intentará rentabilizar el metro cuadrado por cuestiones de espacio".
"Las granjas verticales sirven para casos extremos", valora Astrid Ballesta, profesora de la UdL
Si a Almería se la conoce como "mar de plástico" por la cantidad de invernaderos que han hecho prosperar una boyante industria agroalimentaria en una región árida, la imagen de un "Benidorm de invernaderos", de cobertizos climatizados de varias plantas, ya no forma parte de la ficción.
La empresa Agricel va intentar hacer realidad en los próximos meses los primeros proyectos para convertir el desierto de Dubai, uno de los siete integrantes de los Emiratos Árabes Unidos, en un vivero de granjas verticales. Pero de momento los proyectos de plantas verticales pertenecen más al ámbito de investigación.
"La revolución vertical sirve para los casos extremos, para cuando no hay alternativas con los cultivos tradicionales, ya sea porque no hay suelo o porque este está contaminado", defiende Astrid Ballesta, profesora de Horticultura de la Universitat de Lleida. "Entiendo perfectamente que los suecos quieran comer algo más que patatas en invierno, cuando no tienen casi luz -añade Ballesté- pero habría que ver si es más rentable un kilo de lechugas cultivado en hidroponía en un rascacielos u otro transportado hasta Suecia desde España".
"Siempre hay nichos especiales, y gente dispuesta a pagar 20 euros por un kilo de tomate, pero por ahora las granjas verticales sólo son rentables a pequeña escala y no pueden competir con la agricultura tradicional", insiste Miguel Urrestarazu, quien está convencido de que en el futuro la sociedad y sus políticos deberán formular códigos éticos para regular qué alimentos y en qué condiciones se producen.
La agricultura tecnológica, advierte Astrid Ballesté, "requiere un control muy estricto, no solo con aparatos que determinan cuándo y cuánta agua hay que tirar, sino con gente formada que sepa determinar la solución nutritiva que aporte el fósforo y el nitrógeno en las proporciones necesarios".
Detrás de una lechuga ya hay un trabajo mecanizado. La agricultura empieza a ser un dominio del big data, de luces LED y de sensores y de inteligencia artificial. Y en el futuro bastará con un terreno llano para construir una granja, sin importar el clima, pero aun hay que esperar para la producción masiva sin suelo.
Fuente: La Vanguardia